La activista climática sueca Greta Thunberg se encontró recientemente en el centro de atención nuevamente tras el fallo de un tribunal en su contra, que le impuso una multa por desobedecer a la policía durante una protesta en Malmo. A pesar de las consecuencias legales, Thunberg no vaciló en reafirmar su compromiso con la causa climática, volviendo horas después al lugar de la protesta junto a otros jóvenes para bloquear el acceso a una terminal petrolera. La imagen de Thunberg siendo llevada por la policía contrasta drásticamente con su inicio como activista en 2018, cuando, con apenas 15 años, comenzó su huelga escolar frente al Parlamento sueco, convirtiéndose en símbolo de la lucha contra el cambio climático a nivel mundial.
Desde que Thunberg lanzó su primera protesta con un simple cartel que decía «huelga escolar por el clima», su trayectoria ha evolucionado, convirtiéndola en una figura influyente que ha inspirado a millones. En estos cinco años, su imagen ha pasado de ser la de una niña con una pancarta a la de una joven líder del activismo adulto. Como menciona Chris Christensen, profesor de periodismo en Estocolmo, aunque aún existe una percepción de ella como una niña, Thunberg ha adoptado un papel más político y directo, participando en acciones que desafían directamente a la industria de los combustibles fósiles.
La reciente protesta en Malmo también señala un giro en su activismo, que se ha vuelto más audaz y orientado hacia la acción directa. Según el movimiento “Reclamar el Futuro”, al que pertenece, estas acciones buscan resistir la industria que amenaza el futuro de los jóvenes. Greta, junto con otros miembros, ha dejado claro que su enfoque se centra en actuar donde se desarrolla el daño ambiental. La importancia de estas acciones radica no solo en su simbolismo, sino en su intención de generar un cambio tangible ante la inacción de los líderes políticos y económicos respecto a la crisis climática.
Thunberg no solo ha hecho uso de la protesta en las calles, sino que también ha optado por llevar su lucha a los tribunales. En 2022, fue parte de una demanda presentada por jóvenes suecos al Estado, argumentando que las políticas climáticas insuficientes vulneran sus derechos humanos. Este enfoque legal es un reflejo de cómo el movimiento juvenil por el clima se está diversificando y adaptando a la urgencia de la situación ambiental. La activista, ahora de 20 años, continua convencida de que a pesar de la presión y las críticas, es necesario seguir utilizando todas las herramientas disponibles para combatir la crisis climática.
A medida que Greta entra en esta nueva etapa de su vida, la atención se centra en las respuestas que su activismo generará entre las generaciones adultas. Si bien ha sido objeto de críticas, su influencia ha permeado más allá de la juventud, captando la atención de votantes y posibles colaboradores en la política. A pesar de las detracciones que ha enfrentado, especialmente por ser una mujer joven en un campo donde tradicionalmente predominan los hombres, su determinación se mantiene inquebrantable. La lucha de Greta Thunberg no ha hecho más que comenzar, y su mensaje persiste: «simplemente no tenemos otra opción que hacer todo lo que podamos» para salvar nuestro planeta.










