El gobierno de Boric y el desafío del gas

Junto al presidente Boric ha asumido la cartera de Energía el ministro Claudio Huepe, quien tendrá la misión de trabajar por una estabilización en los ...
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El cambio de mando el pasado 11 de marzo estuvo marcado por un optimismo enorme que parecía recorrer cada rincón del país. A pesar de que la primera semana del nuevo gobierno tuvo los suficientes accidentes como para haber menguado un poco ese optimismo, aún miles de chilenos creen honestamente que un cambio de administración era lo estrictamente necesario para mejorar nuestra calidad de vida.

El camino no será fácil, pero desde ya es necesario que trabajemos juntos en el Chile del mañana, uno donde la justicia social se refleje en nuestro día a día, en nuestras convivencias, en nuestros encuentros, en nuestros espacios de intimidad y amistad.

El costo de la vida sigue siendo una herida profunda para nuestro pueblo, la necesidad de compensar dificultades asfixiantes es un imperativo para el nuevo gobierno y un deber que compromete al Estado para llevar a cabo acciones concretas para su aliviamiento.

Junto al presidente Boric ha asumido la cartera de Energía el ministro Claudio Huepe, quien tendrá la misión de trabajar por una estabilización en los precios de los combustibles, especialmente el gas que es usado para alimentar, proteger y dar calidez a los hogares de los chilenos.

Desde el gobierno de la presidenta Bachelet existe en Chile un mecanismo para estabilizar los precios de los combustibles, pero por falta de coordinación y voluntad política el gas de uso casero no está considerado en él, ya que solo parecía urgente estabilizar el precio de los combustibles de los automóviles. No es suficiente.

Según datos actualizados el 84% de los hogares en Chile usa el gas licuado para cocinar y llevar a cabo las cosas más básicas de su día a día, peor aún, mientras más pobres son los hogares, más dependen exclusivamente del gas licuado. Un alza descontrolada de los precios solo puede significar la acentuación de una miseria silenciosa, una perpetuación de una injusticia donde solo quienes más tienen pueden evadir el incremento del costo de la vida.

Que no haya una contemplación especial para el gas licuado, pero sí para los combustibles de uso automotriz demuestra una vez más que los más privilegiados tienen un trato preferencial en la resolución de sus problemas, especialmente cuando se tiene a Santiago como punto de partida para la toma de decisiones políticas, desconsiderando a las regiones.

La administración entrante debe poner prioridad en una regulación consciente, que convoque al diálogo de todos los actores para tener respuestas antes de que llegue el invierno y los efectos de un alza de precios que parece inevitable causen estragos cuando los chilenos más lo necesiten.

El nuevo ministro Huepe tiene que hacerse cargo de esta problemática con urgencia. Las esperanzas de los chilenos se expresan en lo más sencillo de sus vidas: tener el calor necesario para acoger, para vivir dignamente. Confiamos y tenemos esperanzas de que este tema, tan invisible cuando no notamos su falta, sea considerado en su real dimensión. Las transformaciones parten donde el pueblo puede sentirlas hasta en su aspecto más cotidiano.

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