La gestión de los residuos radiactivos generados en hospitales y centrales nucleares es un tema que suscita preocupación y debate en la sociedad. Estos desechos, como es el caso del estroncio-89 (Sr-89) utilizado en tratamientos de radioterapia, no son residuos ordinarios. Una vez que cumplen su función en el tratamiento del cáncer, deben ser tratados cuidadosamente debido a su naturaleza peligrosa. La gestión adecuada comienza en los propios hospitales, donde se almacenan los residuos hasta que Enresa, la empresa responsable de la gestión de residuos radiactivos en España, los recoge para su transporte a instalaciones especializadas, como el centro de almacenamiento de El Cabril, en Córdoba.
El proceso de tratamiento de residuos radiactivos en El Cabril implica un acondicionamiento riguroso. Una vez que los desechos son recibidos en la instalación, se introducen en bidones metálicos de 220 litros de capacidad, donde un tercio del volumen es ocupado por los residuos y dos tercios por hormigón, ofreciendo así una barrera efectiva contra la radiación. Posteriormente, estos bidones son encapsulados en contenedores de hormigón, creando un bloque compacto que se almacena en celdas diseñadas para minimizar el riesgo de fuga de radiación. Esta técnica es parte del protocolo estándar que se lleva a cabo en instalaciones similares en todo el mundo desde hace más de cuatro décadas.
Sin embargo, la situación es más compleja con los residuos procedentes de las centrales nucleares. A diferencia de los residuos hospitalarios, los desechos nucleares son mucho más peligrosos y su gestión requiere de soluciones más robustas debido a su alta actividad radiactiva y su larga vida útil. En España, el combustible gastado de las centrales nucleares se almacena temporalmente en piscinas refrigeradas que protegen de la radiación, pero la capacidad de estas instalaciones comienza a ser insuficiente. Por lo tanto, se ha optado por contenedores especiales en el exterior de las plantas nucleares, mientras que se estudian alternativas de almacenamiento centralizado que aún no se han concretado.
El almacenamiento final de residuos nucleares es un reto que muchos países aún no han superado. La solución más aceptada a nivel internacional es el almacenamiento profundo en formaciones geológicas, como granitos o arcillas, que ofrezcan múltiples barreras de protección. A pesar de que algunos países, como Finlandia y Suecia, han avanzado en la construcción de estas instalaciones, España aún está en deuda, con una fecha estimada para el inicio de operaciones para el año 2073. La falta de acuerdo y financiación, así como la resistencia popular, han retrasado este proceso fundamental que busca garantizar la seguridad de las futuras generaciones.
El desafío de gestionar los residuos radiactivos no solo es de carácter logístico, sino también político y social. La preocupación de la ciudadanía ante la proximidad de estos desechos amenaza cualquier iniciativa de almacenamiento a largo plazo. Sin embargo, la realidad es que la producción de energía nuclear ha sido crucial para el suministro energético del país, representando entre el 20 y el 25% de la electricidad generada. Por lo tanto, es imperativo que se busquen soluciones viables que permitan manejar estos residuos de manera responsable y que no impliquen dejar este complicado problema a futuras generaciones, asegurando así un legado ambientalmente seguro.