Radio: descubrimientos, usos y riesgos históricos para la salud

En un repaso histórico sobre la toxicidad de ciertos elementos de la tabla periódica, se sostiene que el radio, el mercurio, el plomo y el arsénico ...
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En un repaso histórico sobre la toxicidad de ciertos elementos de la tabla periódica, se sostiene que el radio, el mercurio, el plomo y el arsénico han tenido usos amplios en sociedades antiguas antes de que la ciencia evidenciara sus efectos nocivos. A lo largo de los siglos, el progreso científico tardó en mostrar cuánto pueden dañar la salud humana, y ese impacto no siempre se percibió como negativo, e incluso se valoró como beneficioso en su momento. Este informe examina los usos conocidos de estos elementos en el pasado y las creencias que los rodeaban.

Radio: un descubrimiento digno del Premio Nobel. En 1898, Marie y Pierre Curie identificaron el radio mientras estudiaban el uranio, hallazgo que valió a la pareja el Premio Nobel. El radio es el único metal alcalino-térreo radiactivo, y se forma en trazas cuando átomos de uranio o torio se desintegran. Aunque hoy se sabe que la radiación puede provocar anemia, cataratas, fracturas dentales, cáncer y muerte, a principios del siglo XX aún se creían beneficios para la salud y la juventud. Entre otras aplicaciones, se usaban pinturas luminosas en esferas de relojes y, en ciertos periodos, viales de cloruro de radio y cremas elaboradas con este metal para supuesta mejora de la piel; incluso existían surtidores que añadían radio al agua con el fin de hacerlo “más saludable”.

Mercurio: el único metal líquido a temperatura ambiente. Este mineral puede dañar gravemente el sistema nervioso, digestivo e inmunitario, así como los pulmones, los riñones, la piel y los ojos al inhalarse o ingerirse. La OMS lo clasifica entre las 10 sustancias químicas más peligrosas para la salud pública. Aunque su uso actual es limitado, aún se emplea en algunas pilas y lámparas fluorescentes compactas de bajo consumo. En la antigüedad se utilizaba en tratamientos para enfermedades como la lepra o el estreñimiento, y los alquimistas creían que su consumo podría prolongar la vida. Además, durante los imperios egipcio y romano se utilizaba como elemento de bisutería y pigmento cosmético.

Plomo: tóxico y acumulativo, afecta principalmente al sistema nervioso. Aunque hoy tiene usos limitados —fabricación de baterías para vehículos, blindaje radiológico y recubrimientos de cables—, en la antigüedad estaba mucho más presente. En la Roma clásica se utilizaba para tuberías y, en la Edad Media, para revestimientos de flechas. Sus compuestos se usaban como astringentes en farmacia y medicina, e incluso se hallaron pigmentos de plomo en cosméticos y tintes para el cabello, así como en insecticidas.

Arsénico: el elixir que tanto se temía y, a la vez, se ensalzaba. Su uso ha caído notablemente por su alta toxicidad, quedando principalmente restringido a procesos industriales (vidrios y componentes electrónicos). Sin embargo, hace unos 2.400 años ya se empleaba en preparados terapéuticos por médicos griegos como Hipócrates y Dioscórides, y su popularidad como agente terapéutico alcanzó su apogeo a principios y mediados del siglo XX, para tratar sífilis, diabetes y como tónicos. En siglos pasados, incluso se combinaba con oro para pinturas y se usaba en puntas de balas. Frente a estas prácticas, Paracelso, padre de la toxicología, dejó la premisa: “todo es tóxico, depende de la dosis, la vía de exposición y los factores ambientales”; y, se podría añadir, también de los avances científicos de la época.

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