La investigación de un yacimiento arqueológico en Los Castellets de Mequinenza, Zaragoza, revela sorprendentes aspectos sobre las prácticas funerarias en Europa hace 3,000 años. A finales de la Edad del Bronce, se descubrió un gran túmulo colectivo donde múltiples miembros de una misma familia fueron enterrados, lo que contrasta notablemente con la tendencia de la época que favorecía las inhumaciones individuales. El hecho de que dos de las personas enterradas fueran hijas de primos señala una posible estrategia de endogamia, buscando mantener la identidad del linaje y reforzar las alianzas familiares en un entorno social en transformación.
Esta situación plantea preguntas cruciales sobre por qué ciertos grupos optaron por diversificar sus prácticas funerarias y otros mantuvieron tradiciones. Históricamente, las razones para adoptar o modificar costumbres culturales son complejas y multifacéticas, abarcando desde cambios sociales y económicos hasta la influencia de interacciones interculturales. En el contexto del final de la Edad del Bronce, tanto los cambios como las continuidades culturales han llamado la atención de los historiadores, quienes buscan comprender mejor esta dinámica a partir de hallazgos arqueológicos.
Desde el descubrimiento de la cultura de los campos de urnas y su expansión por Europa, resulta evidente que la introducción de nuevas prácticas funerarias no fue un fenómeno uniforme. Análisis recientes apuntan que la adopción de la incineración podría haber sido consecuencia de factores sociales y prácticos variados. Los Castellets de Mequinenza emergen como un lugar clave para estudiar esta transición, dado que allí se identifican simultáneamente enterramientos y prácticas de incineración, un raro fenómeno cuya importancia arqueológica es innegable.
Con el avance de la arqueogenética, los investigadores han conseguido extraer ADN de restos humanos antiguos, ofreciendo nuevas perspectivas sobre la ascendencia y las relaciones familiares de aquellos pueblos. Sin embargo, la degradación del material genético en los restos de individuos incinerados limita la capacidad de los científicos para analizar algunos grupos. A pesar de estos desafíos, el estudio de individuos inhumados ha permitido comprender mejor las redes sociales que existieron en la comunidad de Mequinenza y su contexto más amplio en la prehistoria europea.
El túmulo número 2 del yacimiento se destaca como un mausoleo familiar con más de 30 individuos emparentados, lo que sugiere que era crucial fortalecer las alianzas dentro del grupo. Los análisis indican una predominancia de linajes masculinos y el uso de prácticas de endogamia moderadas. Este hallazgo invita a preguntar si la familia en cuestión estaba intentando consolidar su poder y posición dentro de la comunidad o si esta estrategia se replicaba en otras familias de la región. En consecuencia, la exploración de esta necrópolis no solo contribuye a la comprensión de la historia familiar de hace 3,000 años, sino que también sugiere patrones sociales más amplios en la prehistoria de Europa.