Una fina niebla envuelve esta mañana al grupo de 12 personas, compuesto por adultos y niños, que se prepara para una nueva aventura en las montañas pirenaicas. A medida que el sol comienza a asomarse, la emoción se siente en el aire. Uno de los pequeños, aún inocente por su corta edad, es transportado en la espalda de una de las mujeres del clan. Este grupo es parte de una comunidad que frecuenta estas montañas desde hace miles de años, específicamente durante el último máximo glacial o Edad de Hielo, un periodo en el que la vida dependía en gran medida de la caza y la recolección. La mochila de cuero que lleva, cargada de objetos preciados, incluye núcleos y lascas de sílex, herramientas vitales que no solo servirán para cazar, sino que también representan trozos de su tierra natal, el legado de sus antepasados Homo sapiens que habitaron Europa hace entre 11 000 y 35 000 años.
A media mañana, el grupo finalmente llega a su destino: el amplio y hermoso valle de la Cerdanya. Este lugar no es un sitio cualquiera; es conocido como Montlleó, un yacimiento magdaleniense que ha sido un refugio y punto de encuentro para generaciones. Ubicado a 1,144 metros sobre el nivel del mar, en el Coll de Saig, este enclave era un paso estratégico para cruzar los Pirineos, incluso en la época de los glaciares. La importancia de este sitio radica en su funcionalidad: un lugar donde antiguas comunidades se reunían no solo para buscar refugio, sino también para establecer vínculos y compartir su cultura en el agreste entorno de alta montaña.
Durante su estancia, los miembros del clan se preparan para cazar, con esperanzas de conseguir algún caballo o cabra, y para participar en un encuentro con otras comunidades que también han hecho el recorrido a través de la cordillera. Estos intercambios son fundamentales, no solo porque se comparten experiencias de vida y supervivencia, sino porque son una oportunidad de intercambio comercial de objetos y recursos. Grupos provenientes de la costa traen conchas marinas adornadas, mientras que otros ofrecen piezas de sílex de alta calidad a cambio de astas de ciervo o reno, reflejando una red compleja de relaciones intergrupales que van más allá de la mera subsistencia.
En la primera noche, el grupo muestra sus herramientas de caza. Cada objetivo es único, diseñado con variedades diferentes de sílex, y cada pieza refleja la identidad de su grupo. Estas herramientas no son solo utilitarias, sino que también contienen elementos simbólicos que revelan la tradición y la cultura del clan. El yacimiento de Montlleó ha permitido identificar cinco tradiciones tecnológicas diferentes en la fabricación de estos instrumentos, lo que nos da una visión más profunda de las habilidades y conocimientos de las comunidades que habitaron el área durante el Paleolítico.
La investigación arqueológica contemporánea, liderada por el proyecto SPEGEOCHERT del Consejo Europeo de Investigación, busca trazar las rutas utilizadas por los Homo sapiens para cruzar los Pirineos. Este estudio revela que, lejos de ser una barrera, la cordillera fue un corredor vital para estas antiguas comunidades. A través de la identificación de materiales como el sílex y mediante análisis geoquímicos, los investigadores han comenzado a desentrañar las extensas redes de movilidad de estas poblaciones, analizando cómo y por dónde se trasladaban en su búsqueda de recursos. Con la evaluación de diversos factores geográficos y climáticos, se ha logrado proponer rutas potenciales que conectaban a los grupos humanos entre sí, enriqueciendo así nuestro conocimiento sobre la vida y las interacciones de nuestros ancestros.










