Fondo Cósmico de Microondas: La Luz Más Antigua del Universo

¡Hágase la primera luz del universo!Esta afirmación revela la importancia del fondo cósmico de microondas (CMB, por sus siglas en inglés), que se ...
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¡Hágase la primera luz del universo! Esta afirmación revela la importancia del fondo cósmico de microondas (CMB, por sus siglas en inglés), que se presenta como la instantánea más antigua del cosmos. Publicado el 8 de junio de 2025 por la investigadora, Sara Rodríguez Cabo, de la Universidad de Oviedo, este artículo destaca cómo el CMB nos ofrece una visión clara del universo cuando contaba apenas con 380,000 años de edad. Este remanente del Big Bang no solo es esencial para entender el origen cósmico, sino que también permite investigar la evolución del universo a lo largo de 13,800 millones de años.

El CMB es esencialmente un eco de la explosión inicial, conocida como Big Bang, que ocurrió hace 13.8 mil millones de años. Esta radiación, que aún permea nuestro cosmos, evidencia que la luz del universo nació tras 380,000 años de evolución cósmica. Aunque resulta invisible al ojo humano, una serie de instrumentos sofisticados nos permiten detectar esta luz antigua. El CMB actúa como la fotografía más antigua y confiable de la historia del universo, brindándonos herramientas fundamentales para aprehender su origen y desarrollo.

La radiación cósmica de fondo viaja hacia la Tierra desde todas las direcciones y es un recordatorio de la juventud del universo. En sus primeros momentos, la luz estaba atrapada en un entorno denso y caliente, donde los fotones colisionaban frecuentemente con electrones libres. Esta situación cambió dramáticamente cuando, 380,000 años después del Big Bang, los electrones se combinaron con protones para formar átomos neutros, permitiendo que los fotones finalmente escaparan. Así, nació la primera luz del universo, que ahora continúa su viaje, ofreciendo valiosa información sobre nuestra realidad cósmica.

El descubrimiento del CMB fue un hito inesperado en la historia de la cosmología. En 1965, los físicos Arno Penzias y Robert Wilson, mientras trabajaban en un laboratorio de Bell en Nueva Jersey, detectaron una señal persistente en su antena que no lograban explicar, proveniente de todas partes del cielo. Años más tarde, esta señal sería identificada como la radiación remanente del Big Bang, aportando pruebas contundentes a la teoría que desplazó otros modelos rivales en la cosmología. Desde entonces, el estudio de esta luz ha permitido desvelar secretos sobre la naturaleza del universo, su composición, y cómo ha ido evolucionando desde sus primeras etapas.

La observación precisa del CMB implica un trabajo técnico exhaustivo. Debido a que es una señal extremadamente débil, frecuentemente oscurecida por otras radiaciones, se requieren telescopios espaciales y un equipamiento especializado que elimine interferencias. Muchos de estos instrumentos están ubicados en entornos remotos, como el desierto de Atacama o incluso en órbita, donde las misiones COBE, WMAP y Planck han jugado un papel fundamental. En la Universidad de Oviedo, estamos a la vanguardia del análisis del CMB utilizando inteligencia artificial para filtrar datos y mejorar nuestra comprensión de las primeras etapas del universo. Así, continuamos buscando respuestas a preguntas aún no resueltas en la cosmología moderna.

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