Los elefantes han demostrado ser seres extraordinarios no solo por su tamaño, sino también por sus capacidades cognitivas y emocionales. Investigaciones recientes han revelado que estos mamíferos son capaces de formar vínculos afectivos profundos y emplear herramientas, lo que los convierte en objeto de interés en el campo de la ciencia cognitiva. A medida que se avanza en el estudio de la cognición animal, surge la necesidad urgente de evitar el antropocentrismo que ha dominado históricamente la investigación. Los estudios han comenzado a enfocarse no solo en los primates, sino también en diversas especies de mamíferos, aves, reptiles, e incluso invertebrados. En la actualidad, se identifican tres especies de elefantes: el africano de la sabana, el de bosque y el asiático, cada uno con características únicas que contribuyen a nuestro entendimiento de la inteligencia animal.
El cerebro de los elefantes es el más grande entre los animales terrestres, lo que plantea la pregunta de si existe una correlación entre el tamaño encefálico y las capacidades cognitivas. A pesar de contar con un tamaño absoluto de encéfalo que alcanza los 4700 gramos, un contenido neuronal inferior en comparación al ser humano ha desafiado nuestra comprensión de la inteligencia. Aunque la mayoría de las neuronas se concentran en el cerebelo, las neuronas corticales, que facilitan el pensamiento complejo, representan solo el 2% del total. Esta peculiaridad sugiere que el tamaño del cerebro no siempre se traduce en una mayor capacidad cognitiva, un aspecto crucial que merece más examen en futuros estudios.
Un hallazgo fascinante se encuentra en el grado de plegamiento cortical de los elefantes, que presenta un índice de 4,18, superando al ser humano. Este dato evidencia que el mayor número de pliegues no necesariamente implica una mayor capacidad cognitiva. Sin embargo, otros aspectos, como la navegación espacial y la memoria a largo plazo, destacan las impresionantes habilidades de estos animales. Los elefantes son capaces de recordar rutas migratorias a pesar de las adversidades y transmiten este conocimiento a través de generaciones, lo que evidencia su capacidad para aprender y adaptarse a su entorno.
Las sociedades de elefantes son notoriamente matriarcales y evidencian un comportamiento eusocial único que fomenta la cooperación y el cuidado mutuo. Las manadas de elefantes trabajan en conjunto para criar a las crías y se reconocen entre sí mediante una variedad de llamadas. A lo largo de miles de años, su estructura social ha fomentado fuertes lazos emocionales, lo cual se manifiesta en su notable capacidad de empatía. Estos animales no solo se anticipan y responden al daño en otros, sino que también muestran comportamientos de duelo cuando un congénere muere, lo que subraya su complejidad emocional.
Finalmente, el estudio de las neuronas de von Economo, presentes en ciertas regiones del cerebro, ha abierto nuevas vías para comprender la relación entre la empatía y la cognición en los elefantes. A pesar de no igualar el uso de herramientas de los primates, los elefantes demuestran habilidades en la resolución de problemas, como utilizar ramas para ahuyentar insectos. Estas evidencias respaldan la idea de que la inteligencia y la empatía son mucho más comunes en el reino animal de lo que se ha pensado, sugiriendo que las capacidades cognitivas son una consecuencia evolutiva compartida y no un exclusivo privilegio del ser humano.










