Al menos 17 personas han perdido la vida tras el trágico accidente del funicular de Glória en Lisboa, ocurrido el miércoles 3 de septiembre. Este desgarrador incidente, que se produjo durante la hora punta de la tarde, también dejó a 23 personas heridas, de las cuales cinco se encuentran en estado grave. Las autoridades están investigando las causas exactas del descarrilamiento, que, según testigos, ocurrió cuando el funicular, un icónico vehículo amarillo y blanco, parecía perder el control mientras descendía a gran velocidad, terminando su recorrido al chocar contra un edificio. Las imágenes que han circulado muestran los restos del funicular hechos un revoltijo de acero y cables, reflejando la magnitud de la tragedia.
El funicular de Glória cuenta con una larga historia, inaugurado en 1885, forma parte de un sistema de transporte que es una reliquia del siglo XIX y que ha sido testigo del desarrollo urbano de Lisboa. En comparación con el otro accidente en esta misma línea que sucedió en mayo de 2018, donde no hubo pérdidas humanas, este nuevo incidente ha revivido los temores sobre la seguridad de estos sistemas. En aquella ocasión, el descarrilamiento se atribuyó a problemas de mantenimiento de los vagones. Ahora, la falta de claridad sobre las causas del último accidente pone en entredicho las prácticas de mantenimiento de estos viejos sistemas de transporte.
Los funiculares son sistemas de transporte únicos que se diseñaron para operar en terrenos montañosos donde los trenes tradicionales no podrían funcionar adecuadamente. Estos vehículos suelen contar con dos vagones contrapesados unidos por un cable que les permite ascender y descender en pendientes pronunciadas. A pesar de no ofrecer velocidades competitivas, son apreciados tanto por turistas como por residentes de áreas escarpadas. En un mundo donde las ciudades buscan modernizar sus sistemas de transporte, estos vehículos históricos aún mantienen un lugar importante en el corazón de muchas comunidades.
A nivel mundial, existen varios funiculares que destacan por sus características únicas. Por ejemplo, el Stoosbahn en Suiza ostenta el récord de la pendiente más empinada, con ángulos que alcanzan hasta 47 grados. En Bolivia, el teleférico de La Paz-El Alto se enorgullece de ser el más largo del mundo, mientras que países como España y Malasia también cuentan con sus propias versiones, proporcionando no solo transporte, sino también experiencias turísticas. Estos medios de transporte históricos siguen siendo una atracción a pesar de los riesgos asociados, lo que provoca una tensión constante entre la nostalgia por el pasado y la necesidad de seguridad en el presente.
Con la llegada de tecnologías modernas, se están desarrollando alternativas más seguras como los tranvías sin vías, que utilizan sensores GPS para desplazarse y pueden manejar pendientes más suaves con su diseño de ruedas de goma. A pesar de su éxito en ciudades con terrenos menos desafiantes, los desafíos de implementar estos nuevos sistemas en áreas montañosas todavía persisten. La reciente tragedia del funicular de Glória podría impulsar un debate sobre la necesidad urgente de actualizar los sistemas de transporte en Lisboa y otras ciudades con infraestructuras similares, para garantizar la seguridad de quienes dependen de estas rutas para su día a día.










