Desde 2020, una notable «capibaramanía» ha invadido las redes sociales y la cultura popular, consolidando a los capibaras como los roedores más queridos por los internautas. Estos animales, que pueden vivir tanto en apartamentos como en jardines de lugares tan distantes como China, Canadá o Rusia, han conquistado los corazones de muchos con su adorabilidad y peculiar forma de vida. En un fenómeno curioso, la comunidad de Nordelta en Argentina ha sido testigo de una creciente población de capibaras que han comenzado a habitar las zonas residenciales, invadiendo céspedes y piscinas. Aunque las razones detrás de esta masiva llegada siguen siendo objeto de debate, algunos expertos sugieren que el desarrollo de zonas urbanas en sus antiguos hábitats naturales puede ser un factor determinante en este fenómeno.
El capibara, perteneciente al género Hydrochoerus, incluye dos especies principales: el capibara grande (Hydrochoerus hydrochaeris) y el menos conocido capibara de Panamá (Hydrochoerus isthmius). Estos roedores son parte de la familia Caviidae, que se diversificó en América del Sur hace entre 18 a 14 millones de años. A pesar de su popularidad como animal exótico de compañía y su presencia en parques zoológicos, se sabe relativamente poco sobre su biología y comportamiento, lo que plantea preguntas intrigantes sobre sus hábitos y adaptaciones en la naturaleza.
Los capibaras son los roedores más grandes del mundo, alcanzando longitudes de hasta 1,3 metros y pesos de entre 35 y 65 kilogramos en estado salvaje. Sin embargo, sus ancestros, los capibaras gigantes como el Phugatherium y el Protohydrochoerus, vivían hace millones de años y podían pesar hasta 300 kilogramos. La comparación entre el capibara actual y sus antepasados resalta no solo su impresionante tamaño físico, sino también su adaptación a los ecosistemas acuáticos donde reside. Con un hábitat natural que se encuentra en peligro debido al desarrollo urbano y la caza, el futuro de esta especie podría estar más amenazado de lo que se pensaba.
En su hábitat natural, los capibaras prefieren áreas cercanas al agua, donde pueden alimentarse de hierbas y plantas acuáticas. Estos roedores viven en grupos socialmente estructurados y son conocidos por su conducta cooperativa. Reproducen una o dos veces al año, y las hembras pueden alcanzar la madurez sexual al año y medio de edad. Sin embargo, a pesar de su aparente estabilidad poblacional, factores como la caza y la pérdida de hábitat están comenzando a amenazar su supervivencia. En Argentina, el incremento de encuentros accidentales entre capibaras y humanos, facilitados por la urbanización, ha llevado a discusiones sobre la ética de mantener estos animales como mascotas.
Es esencial utilizar el creciente interés por los capibaras para generar conciencia sobre la urgentísima necesidad de proteger sus ecosistemas, especialmente los humedales que están sufriendo las consecuencias del cambio climático. La preservación de estos hábitats no solo es crucial para la vida de los capibaras, sino para la de innumerables especies que comparten este frágil entorno. Se debe fomentar la educación sobre la convivencia responsable con la fauna silvestre, promoviendo un enfoque respetuoso que garantice el bienestar tanto de los humanos como de los capibaras en su entorno natural.










