Percepción del tiempo: Cómo los veranos parecen volar

¿Recuerda aquellos veranos de la infancia que parecían eternos?Fueron días interminables, repletos de risas y juegos en la calle con amigos, donde el ...
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¿Recuerda aquellos veranos de la infancia que parecían eternos? Fueron días interminables, repletos de risas y juegos en la calle con amigos, donde el tiempo se desdibujaba y las horas se perdían entre aventuras. Sin embargo, al crecer, la percepción del tiempo se transforma, haciendo que los períodos de vacaciones parezcan breves y fugaces. Esta experiencia contradice la percepción habitual del tiempo, que en teoría es objetiva y se mide en horas y días; esto nos lleva a reflexionar sobre cómo afectamos nuestra propia percepción del tiempo a medida que maduramos.

En la película *Antes del amanecer* de Richard Linklater, se explora la vivencia del tiempo a través de una sola noche que se despliega en una rica y profunda experiencia emocional. Esta obra maestra ilustra que la calidad de nuestras experiencias influye en cómo percibimos el tiempo. La investigación psicológica también respalda esta noción, sugiriendo que nuestro cerebro capta el paso del tiempo no solo a través de un calendario, sino también a través de la novedad y la intensidad emocional de las vivencias. Así, durante los primeros años de vida, cada nuevo descubrimiento, cada nuevo amigo y cada nuevo juego influyen en la forma en que recordamos esa época.

La forma en que gestionamos nuestra atención también desempeña un papel crucial en nuestra experiencia de las vacaciones. Los adultos, a menudo abrumados por responsabilidades, tienden a vivir los veranos llenos de prisa y estrés, lo que desvía su atención del presente. Esto contrasta con los niños, quienes tienen la capacidad de concentrarse completamente en una experiencia. Ellos se maravillan ante cada momento, desde una tarde en la piscina hasta un juego improvisado en la plaza, lo que les permite disfrutar de una percepción ampliada del tiempo. Es importante reconocer que cuando la atención se dispersa, el tiempo se siente más corto porque el cerebro registra menos detalles.

Diversos estudios psicológicos han demostrado que la percepción del tiempo puede ser ampliada si se rompen las rutinas. Por ejemplo, actividades innovadoras o experiencias en nuevos entornos durante las vacaciones pueden generar una mayor liberación de dopamina, asociada con el aprendizaje y la recompensa, facilitando así la creación de recuerdos duraderos. Esto sugiere que es esencial fomentar la novedad en nuestras vidas para enriquecer nuestra experiencia del tiempo. Además, el contacto con la naturaleza y la práctica de actividades culturales diversas promueven no solo el bienestar individual, sino también fortalecen los vínculos familiares y sociales.

Finalmente, recuperar la percepción infantil del tiempo puede ser una estrategia poderosa para disfrutar más de nuestras vacaciones y de los días ordinarios. Esto no implica añadir más días al calendario, sino aprovechar cada día enriqueciendo nuestras experiencias con acciones como romper la rutina, practicar atención plena o registrar momentos agradables. Al final, la riqueza de nuestras vivencias es lo que realmente alarga la sensación del tiempo; es una invitación a abrirnos a lo inesperado y a vivir intensamente, permitiendo que cada día deje una huella significativa en nuestra memoria.

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